“El cuerpo existe dos veces: aquí, donde podemos tocarlo; y a nivel cerebral, donde podemos imaginarlo”
— Tu cuerpo mola: Aprende a descubrirlo (Torron y Torron, 2021)
El término “cuerpo borrado” sugiere que hay partes de nuestro cuerpo que, al no recibir atención o contacto consciente, parecen perderse en nuestra percepción corporal.
Las autoras del libro “Tu cuerpo mola: aprende a descubrirlo” (Torrón y Torrón, 2021) nos lo explican con la siguiente metáfora: imaginemos que trabajamos mucho con las manos (escribiendo, modelando arcilla, tocando instrumentos). En esos casos, las manos tienen una presencia constante en nuestra percepción, por lo que se desarrollará la parte cerebral correspondiente a ellas, además de las manos en sí mismas, que serán más fuertes, ágiles y sensibles. Pero, ¿qué sucede si dejamos de usarlas tan frecuentemente? Estas conexiones cerebrales se irán debilitando.
Esto es lo que sucede cuando evitamos reiteradamente ciertas partes del cuerpo. Con el tiempo, estas zonas pueden sentirse “borradas” en nuestra percepción corporal, como si fueran menos dignas de atención.
Las personas con trastornos de la conducta alimentaria suelen experimentar una relación conflictiva y dolorosa con su cuerpo. Esta relación puede llevar a evitar el contacto con su cuerpo hasta el punto de rechazar mirarse en el espejo o evitar relaciones íntimas. La evitación consciente puede hacer que las áreas cerebrales encargadas de su autopercepción se vean debilitadas, lo que genera un círculo vicioso en el que el rechazo alimenta la desconexión, y la desconexión, a su vez, refuerza el rechazo.
Así, la falta de contacto y exploración consciente puede llevar a percepciones distorsionadas, por ejemplo, intuyendo dimensiones del propio cuerpo alejadas de la realidad.
El “cuerpo borrado” también aumenta la sensación de rechazo hacia el propio cuerpo al no percibirlo como parte de uno mismo, es cuando surge el pensamiento de “no me reconozco”. Esta desconexión puede llevar a un aumento de la vergüenza y el rechazo hacia el propio cuerpo, percibiéndolo como algo ajeno a uno mismo que ha de ser modificado.
El proceso de recuperación de un trastorno alimentario implica, en muchos casos, trabajar en la reconexión con el cuerpo. Y aunque en ocasiones el viaje hacia la reconexión pueda ser complejo, es posible.